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Uranio y biotecnología

El Uranio es un elemento químico de símbolo U, número atómico 92 y peso atómico 238.03. El punto de fusión es 1132ºC (2070ºF), y el punto de ebullición, 3818ºC (6904ºF). El uranio es uno de los actínidos, metal muy denso, fuertemente electropositivo y reactivo, dúctil y maleable, pero mal conductor de la electricidad.
Muchas aleaciones de uranio son de gran interés en la tecnología nuclear, ya que el metal puro es químicamente activo. Por lo que el principal uso del uranio en la actualidad es la obtención de combustible para los reactores nucleares que producen el 17% de la electricidad obtenida en el mundo.
Cuando las personas están expuestas a los radionucleidos del uranio que se forman durante la desintegración radioactiva por un largo periodo de tiempo, pueden desarrollar cáncer.
Las posibilidades de tener cáncer son mucho más elevadas cuando las personas son expuestas al uranio enriquecido, porque es una forma más radioactiva del uranio.
Una de las propiedades radiactivas del uranio es el periodo de semidesintegración, el tiempo que tarda la mitad del isotopo en emitir su radiación y transformarse a otra sustancia.
Estos periodos son muy largos (cerca de 200,000 años para el 234U, 700 millones de años para el 235U, y 5.000 millones de años para el 238U).Estas dos cualidades del Uranio hacen que uno de los problemas más apremiantes sea la búsqueda de maneras para deshacerse de los restos altamente radiactivos.
Una nueva propuesta del Instituto Tecnológico de Georgia parece haber encontrado la solución en la biotecnología:Patricia Sobecky, Martial Taillefert, Melanie Beazley y Robert Martinez forman parte del equipo que ha descubierto que algunas bacterias presentes en el suelo y bajo tierra pueden liberar fosfato, que convierte el producto de la contaminación de este elemento radiactivo en una forma insoluble e inmóvil.
Estos organismos liberan fosfato en su entorno, pero la precipitación de fosfato de uranio se produce químicamente. Se trata de la biomineralización del uranio, que supone su inutilización.
Los investigadores han constatado que la bacteria puede soportar la toxicidad del uranio mientras libera el fosfato, y seguir creciendo una vez que el uranio ha sido precipitado.
Por lo que el reto para los científicos es la afinación detallada de las condiciones alrededor de las bacterias, para que sean capaces de desarrollarse y trabajar químicamente fuera del laboratorio.

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